El actual contexto, con una inflación desbocada y los costes de las materias primas y la energía al alza, -con Ucrania y el Covid sobrevolando como una espada de Damocles-, supone una exigente prueba para la salud financiera de las empresas. Más que nunca, la gestión eficaz de la tesorería y del circulante, sin riesgo de asfixias en la liquidez, se ha convertido en un aspecto crucial para la supervivencia y la planificación estratégica de cada negocio.
Si se añade la retirada del paraguas estatal sobre el sector productivo, más el anunciado final de la moratoria de la Ley Concursal y de las carencias de los créditos ICO, junto a la expectativa, -ya casi una certeza-, de un alza de los tipos de interés, resulta inevitable anticipar un incremento de la morosidad empresarial y del riesgo de impago. Además, las subidas en la estructura de costes de las empresas siguen causando estragos: se calcula que más de la mitad de las pymes padecen dificultades para asumir sus gastos en suministros, personal e impuestos. Más de la mitad (55,84%) han visto reducidos sus márgenes, y el 15% admite problemas de viabilidad.
En este contexto, todos los expertos vaticinan un aumento de las insolvencias en los próximos dos años, con la UE y los países del Este especialmente expuestos. De hecho, la banca nacional e internacional continúa ampliando sus dotaciones por este concepto. Incluso el proyecto de Ley de Creación y Crecimiento Empresarial del Gobierno barrunta la tormenta y, en aras de beneficiar a las pymes, anuncia una ‘lista negra’ anual de empresas que hayan incumplido con los plazos legales de pago a proveedores.
Por otra parte, el mercado pide más subidas de tipos al BCE que las anticipadas por Christine Lagarde y por primera vez anticipa dos nuevas subidas de 25 puntos básicos en el comienzo de 2023, que se sumaría a las cuatro que ya descuentan los inversores este año. Si se cumplen los pronósticos, dentro de doce meses los tipos se encontrarán en el 1%. Así las cosas, el frágil equilibrio económico de la pequeña y mediana empresa va a necesitar más que nunca garantías de liquidez. A este respecto, la banca tradicional reconoce que no va a poder cubrir toda la demanda de las pymes, ya que están obligados a ser prudentes en el riesgo por motivos regulatorios, e instan a las compañías a diversificar y abrirse a fórmulas de financiación alternativa.
A modo de resumen, la adversa coyuntura económica invita a fortalecer el músculo financiero a través de una estrategia bien diversificada para garantizar el flujo de tesorería, y a la vez, a proteger al máximo la cuenta de explotación ante un mayor riesgo insolvencias e impagos. Nuestra recomendación, como siempre, se encamina a prevenir sustos mediante soluciones avanzadas de cobertura que, además de generar tranquilidad, permiten buscar alternativas ante clientes en dificultades, exportar a países complejos, o incluso penetrar en nuevos nichos.
*DAVID GIMÉNEZ es director de Credit Broker Protego
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