Dicen los más viejos del lugar que jamás se había visto un espectáculo tan lamentable en una de las instituciones deportivas con más peso en Tarragona junto al Gimnàstic, el Reïal Club Nàutic y el Club Natació Tarraco. La esperpéntica asamblea de socios del pasado fin de semana, en la que se debía aprobar la absorción del vecino Tennis Park –ejecutada el verano de 2018-, marca un antes y un después en devenir del histórico Club Tennis Tarragona (CTT).
La asamblea comenzó con mal pie y terminó como el rosario de la aurora, con un sonoro fracaso que deja en una posición delicadísima a la actual Junta Directiva: tanto las cuentas de 2018 como el presupuesto de 2019 fueron rechazados por amplia mayoría. Su primer error fue el espacio reservado, incómodo, pequeño y con un sonido desastroso. Ni se oían bien las intervenciones, ni se podía seguir el power point explicativo. La presencia de nuevos socios procedentes del extinto Tennis Park –más de 80 sobre un total aproximado de 200 asistentes- pilló a contrapié a la Junta que preside con su mejor voluntad Pere Bergadà.
El segundo error, bastante más grave, tiene que ver con una absoluta ceguera a la hora de entender la idiosincrasia del club absorbido, que según los datos expuestos aporta unos 500 socios sobre un total de 2.000. El antiguo Tennis Park es pequeño en relación a su vecino, pero mucho más activo, participativo y cohesionado, de modo que de cara al futuro las reglas del juego para ganar cualquier votación en el nuevo CTT cambian sustancialmente.
Tercer error: falta de empatía en la comunicación. Desde la absorción, el malestar de los nuevos socios había ido in crescendo al sentirse menospreciados, como de segunda categoría frente a los DTV, los del club “De Toda la Vida”. Como si solo interesasen a modo de fondo de comercio para engordar el apartado de ingresos con el pago mensual de cuotas. La gota que colmó el vaso fue el despido fulminante del antiguo gerente del Park, Xavi Pueyo, quizá la única persona que se había preocupado de servir de puente entre la actual Junta y la masa social del club comprado.
Las formas en el despido del ex gerente, -que había sido acomodado hacía solo unos meses en la nueva estructura como director técnico del CTT y ya había sido arrinconado-, pone en evidencia un cuarto error derivado de una aparente improvisación y de la falta de una hoja de ruta. Pese a la impecable operación financiera de la compra, -pues el CTT se aprovecha del bajo precio del dinero-, el incremento de los costes de personal y los impagados han terminado por asfixiar la tesorería del CTT, hasta el punto de solicitar un crédito de 150.000 euros para afrontar las urgencias
Se puede entender que una fusión de estas características, con su complejidad, genera duplicidades y situaciones ineficientes para cualquier empresa. Lo que no es aceptable, -como en una sencilla economía doméstica que intenta no vivir por encima de sus posibilidades-, es la falta de análisis en la estructura de ingresos y gastos, que ha derivado en el incumplimiento de los compromisos adquiridos sobre el mantenimiento de la plantilla y el pago de cuotas.
Los cuatro errores mencionados están en la base del voto de castigo al que han sometido los nuevos socios, junto a los sectores críticos del CTT, a la Junta Directiva. Realmente, el pasado sábado no se votó ni la gestión de 2018 ni la previsión de 2019, sino una manera de hacer opaca, lo que en argot jurídico se llamaría nocturnidad. Mientras la Junta no aprenda a tender puentes, explicar sus planes con transparencia y no entienda que la ‘sección Park’ es más que un simple fondo de comercio, siete pistas de pádel, cuatro de tenis, dos de squash, un gimnasio y una piscina, no estará cumpliendo con su cometido y correrá el riesgo de nuevos disgustos.
Roberto Villarreal. Periodista y escritor. Es uno de los portavoces de los nuevos socios del CTT procedentes del absorbido Tennis Park.