El fundador y CEO del grupo Anatrac ha cumplido 60 años en este 2022. En 2007, como máximo ejecutivo de Gamesa Energía, fue propuesto para el galardón al mejor directivo del Ibex 35. Es de los pocos que puede considerarse profeta en su tierra. Natural de Vilallonga del Camp, es el máximo accionista de Anatrac, que a día de hoy es una de las 20 empresas con tecnología punta a nivel mundial en equipos de detección y análisis de gases para la industria, con otros servicios de valor añadido como el alquiler de detectores portátiles o teléfonos de seguridad
La empresa está presente en 38 países, y desde 2002, Antoni Cavallé ha sido capaz de crear -junto a sus socios Pedro Maturana y Rafael Fortuny-, 70 empleos directos (en un buen porcentaje, ingenieros de alta cualificación) y decenas de indirectos. Además, es uno de los grandes gurús de la energía a nivel nacional. Posee el 100% del Anatrac Energía, bautizada comercialmente como Inersis, dedicada a proyectos de energía fotovoltaica.
Usted ha llegado a lo más alto del Ibex desde la Formación Profesional…
No ha sido un camino fácil, precisamente. Para mí, las pendientes siempre han tenido algunos grados más que para un ingeniero superior. Pero vengo de la cultura del esfuerzo, la que me inculcó mi padre. Éramos una familia humilde… Él era un pagés que siempre me decía, ‘tú mira hacia allí, hacia las chimeneas -las señala-, que te ganarás mejor la vida’.
Se lo tomó usted al pie de la letra. ¿Cómo llego a la cúpula del empresariado nacional?
Trabajé y estudié a la vez, y comencé en una filial de Dragados Industrial. Por sintetizar, en el año 95 Gamesa Servicios compra Siemsa en Tarragona, con la idea de hacerla más grande, y me ofrecen la dirección. En el 98 ya montamos el parque eólico de El Perelló, y así me adentro en el mundo de las renovables. Para mí, toda la tecnología de analizadores de gases, que venía de Europa, fue una buena puerta de entrada para lo que luego sería Gamesa Energía y Servicios. Después, ya en el 2002 tomo la decisión de montar mi propia empresa.
Nace el germen de su grupo de empresas…
Así es, y busco al mejor de los técnicos analizadores que conocía, Pedro Maturana. Fue difícil porque tenía muchas ‘novias’, pero le convenció mi idea de negocio. En la matriz mantengo el 76%. Luego vino Italia, Anatrac SRL, con sede en Novara, donde tenemos el 84%, y que preside mi hijo Eduard. También dirige la división de Anatrac Energía (Inersis), donde mantengo el 100%. Y el 11% de Aplir.
¿Qué es Aplir?
Aplir arrancó hace más de 10 años como un proyecto muy exitoso ligado a tecnología más avanzada en energías renovables. Empezamos con proyectos de fotovoltaica en Canarias. Invertíamos nosotros y vendíamos la energía. Tocamos biomasa, en una joint venture con Gas Natural… fotovoltaica, grandes planes de ahorro energético…. Tenemos en propiedad 94 plantas en tejados de Cataluña, por valor de siete millones de euros, uno de los proyectos más grandes sobre tejado… Luego llegó el Gobierno de Mariano Rajoy y se alteraron las reglas del juego a mitad de partida. Son inversiones a largo plazo, y aún nos estamos recuperando.
¿Y qué es Ponentia Logistics?
Es una pata donde Aplir tiene el 30%. En 2018 tomamos la decisión de que la fotovoltaica no sería Aplir. Seguimos investigando sobre proyectos emblemáticos que estuvieran a la vanguardia tecnológicamente. Así entramos en Ponentia Logistics, que impulsa una macroterminal ferroviaria en Tamarite de Litera (Huesca, junto a la frontera de Lleida) con la idea de exportar en tren los productos (cerdo y fruta) para poder llegar a China en 14 días, frente a los 40 del barco. Lo lidera el presidente de Aragón, Javier Lambán. Toda la energía que consume será verde: nos pusimos de acuerdo con el promotor, Antonio Robert, y Ponentia Energía va a alimentar la terminal con 500 hectáreas de paneles, una planta de hidrógeno, y otra de biomasa. El proyecto se presentó en el Salón Internacional de la Logística (SIL) de Barcelona. En total, unos 360 millones de euros.
Usted es consejero delegado de Ponentia Energía.
Sí, porque Aplir lleva toda la parte fotovoltaica. Ontier la parte jurídica y financiera. Por último, Vicente Mohedano (ex FCC, hoy director general del Grupo Navec), y Salvador Roca, de RosRoca Indox Cryoenergy, la parte de hidrógeno.
Se rodea de socios con mucho músculo.
Cuando eres director general del Ibex, todas las puertas se abren y haces contactos al máximo nivel. A Carlos Torres, -hoy presidente del BBVA-, le compramos 110 millones de euros en paneles; también he tratado a Jesús Martín, del Grupo Santander, o Pablo Isla (ex Inditex)… entre muchos otros. Contactas con bancos, fondos de inversión, grandes proveedores, clientes… Fue la fase más fascinante, conocer todos estos grandes negocios y visiones. Y esta experiencia hace que expansione mi grupo. Me hizo pensar en grande: cómo se hace financieramente, cómo planificas… te cambia la visión y te lleva a otros proyectos. Una visión internacional, no sólo en España, sino en mundo.
¿Qué aprendió durante sus inicios para poder llegar a esas metas?
La fase más importante es conocer… instalaciones y personas a las que tú le das servicio. Saber perfectamente lo que necesita tu cliente. Eso sólo lo sabes cuando lo conoces. Él sabe lo que quiere, aunque no te lo sepa decir. Muchos ingenieros no conocían, ni las instalaciones ni los individuos. Yo gané una posición así. Sabía exactamente lo que necesitaba la industria.
Curiosamente, usted tiene más éxito como directivo que como tecnólogo, que es su origen.
Al tercer año de crear Anatrac, Gamesa me hizo una oferta irrechazable para volver comandando Gamesa Solar como director general. Fui para tres años a crear el equipo directivo. A los tres años y medio Gamesa Solar se vendió por 260 millones de euros… Pero es cierto que la tecnología es lo que me atrae más. El mundo de la energía me apasiona. Evidentemente para cálculos, los ingenieros me ganan por goleada, pero mi segunda etapa importante consistió en gestionar personas. Yo ya había aprendido lo que no había que hacer gracias a antiguos responsables que tuve. El problema es saber qué hay que hacer.
La prueba del algodón…
Hice varios cursos de equipos de alto rendimiento en PwC y Ernst&Young. Fui a formarme con los mejores, y lo que mejor supe hacer fue ponerlo en práctica. Quitar el todo el
personalismo, con un resultado magnífico. Sistemas de calidad, comités de producción, de dirección… Lo monté todo según lo aprendido, y esto me catapultó. Te das cuenta que el equipo lo es todo y tú no eres nada… El factor multiplicador es impresionante cuando lo haces bien.
Tiene preparada, además, la segunda generación para tomar el relevo.
Es mi mayor satisfacción. Más que el dinero o la influencia, haber construido y dejarles todo esto. Cada año llegan propuestas para absorber el grupo, con ofertas muy tentadoras. Las rechazo todas por mis hijos, Eduard y Ester, que siguen aprendiendo conmigo.
Es usted como un pequeño Amancio Ortega, que trae oportunidades a su pueblo natal.
(Sonríe). Ni mucho menos… pero son tantos años cogiendo aviones… Tenía un reto personal: ‘algún día iré andando al trabajo desde mi casa’, me decía. Hoy lo puedo hacer. A estas alturas, doy mucha importancia a esos sueños de carácter personal. Como empresa, tengo un objetivo claro: intentar aportar algo a la sociedad, y si es a través de las energías renovables, -bajo el reto de aminorar el ritmo del cambio climático-, pues doble satisfacción. Ofrecer un futuro a la gente de tu entorno, poder aportar puestos de cierto nivel aquí al lado… Eso no tiene precio.
*Entrevista publicada en el Indicador de Economía
https://www.indicadordeeconomia.com/