Los enigmas de un accidente ‘imposible’

El dia després de l'accident de 2020. CEDIDA

Los ‘agujeros’ en la seguridad por acelerar la producción a bajo coste sobrevuelan el accidente químico de Tarragona

Todos los testimonios de empleados y técnicos apuntan en la misma dirección como causa del desastre: sobrepresión para acelerar la producción y ahorro de costes, con menos personal, menos experimentado y menos formado

El protocolo de operación “era claramente precario, sin técnicos suficientes para controlar a la vez los paneles de todos los reactores y atender al trabajo de campo en la fábrica”

Los empleados habían advertido varias veces sobre los riesgos de la operativa

La industria química de Tarragona -según publica El Mundo- todavía no sale de su estupor y no sabe exactamente cómo pudo estallar el reactor de una de las plantas de IQOXE (Industrias Químicas del Óxido de Etileno). El presidente de la AEQT, Rubén Folgado, reconoce que todavía  no entienden qué factores pudieron generar un siniestro de semejante envergadura. Lo que en teoría sería prácticamente imposible, dada la automatización de los procesos y a un doble sistema de seguridad que detendría la planta, terminó por ocurrir. Folgado tiene claro que habrá “un antes y un después” de la explosión de La Canonja en la normativa internacional que regula la seguridad de este tipo de procesos.

Aunque el consejero delegado de IQOXE, José Luis Morlanes, afirma que la fábrica no operaba al límite de su capacidad (250.000 toneladas año) y descarta el factor humano porque el sistema de control del reactor “está automatizado y los trabajadores sólo lo supervisan”, todos los testimonios recogidos desde el pasado martes apuntan en la misma dirección: sobrepresión en la producción, menos personal, menos experimentado y menos formado.

Fuentes de toda solvencia consultadas por EL MUNDO revelan que, pese a la versión oficial de la empresa, existían directrices férreas para reducir costes y acelerar la producción. La ejecución de estas medidas era supervisada por el propio jefe de planta, el fallecido Óscar Saladié, bajo el liderazgo del máximo responsable del complejo, Juan Manuel Rodríguez Prats.

En reactores de estas características, donde se oxida el etileno con oxígeno puro, el control de todos los parámetros que inciden en la presión y la temperatura resulta absolutamente crucial. Los más cercanos a Óscar Saladié, el jefe de producción, aseguran que sufría una presión brutal y que se le notaba estresado porque “no estaba tranquilo con lo que veía”. El protocolo de operación “era claramente precario, sin técnicos suficientes para controlar a la vez los paneles de todos los reactores y atender al trabajo de campo en la fábrica”.

En estas circunstancias, con personal escaso y en algunos casos sin experiencia suficiente, IQOXE había tenido varios sustos. No era la primera vez que la planta avisaba; aunque era la más moderna, los operadores no terminaban de sentirse con plena confianza. El pasado martes algo no iba bien. Felipe Rendón, herido en la cabeza por un fragmento metálico relató al Diari de Tarragona que estaba a unos veinte metros de donde ocurrió la explosión haciendo una ronda para controlar los niveles de los tanques de la fábrica: “Sonaba como si fuera una olla a presión, muy fuerte, mucho. No se podía estar allí del ruido. Fui a la sala de control, el panel que se derrumbó –que no estaba bunkerizado y prácticamente se volatilizó-, para avisar de que algo no funcionaba bien. Después fui a mi sala de control, que está un poco más lejos, para avisar a mi contramaestre. Caminé diez metros y entonces vi el fogonazo, intenté correr y no pude ni empezar”.

Los empleados habían advertido sobre los riesgos de este modo de operar varias veces, la última el pasado 17 de diciembre en forma de una jornada de huelga que fue secundada por el 100% de la plantilla, integrada por unas 120 personas. Los profesionales con más experiencia saben lo está en juego. Procedentes de la antigua IQA, -antes La Seda-, no son precisamente propensos a la queja: antes de la compra de Cristian Lay la empresa estuvo a punto de quebrar; la situación era tan crítica que se cortó varias veces el suministro de gas y se retiró la vigilancia por impago. Los propios técnicos, que acumularon hasta ocho meses sin cobrar, se encargaban de controlar los accesos al recinto.

Después del desastre vivido –la plantilla se despedía ayer en los tanatorios de Reus y Tarragona de los dos trabajadores fallecidos en el accidente, el citado jefe de planta Óscar Saladié, y el jefe de turno, Óscar Atance-, la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Tarragona ha abierto diligencias penales sobre la explosión y, al igual que la Fiscalía, están a la espera de que los Mossos d’Esquadra –que han registrado las sedes de la empresa en Tarragona y Barcelona- e Inspección de Trabajo remitan sus informes. Ya se ha tomado declaración a media docena de trabajadores, entre ellos a Rodríguez Prats, director del complejo, quien defiende que siempre se ha mantenido la plantilla óptima para garantizar la normativa de seguridad en la producción.